RIGOBERTO GÁLVEZ

        RiGal Nació en Ahuachapán, a principio de la década de los 60's. Actualmente reside en el Área de la Bahía de San Francisco, California desde 1978. Amante del Arte en general, disfruta de la vida con su esposa y sus dos hijos. RiGal ha participado en varias organizaciones no lucrativas como voluntario en actividades comunitarias. Actualmente trabaja como representante de ventas, como disc jockey, y completa sus estudios de Arquitectura en varias universidades locales.

 

MINCHO, "EL TERRIBLE"
        En el viejo barrio de callecitas empedradas del pueblito donde yo vivía, muy cerquita del mercado, se paseaba un cipote medio chorreado de mirada huraña, barbilla partida y un camanance con sonrisa de lado, a quien todos los grandes cipotes vagos de la esquina lo apodaban "Minchorriado". Tenia diez años y estaba en tercer grado. Mincho, era hijo de la niña Chana, la que vendía repostería de un canasto en la entrada del mercado viejo. A su corta edad Mincho era muy fuerte, pues se ganaba sus cuartillos acarreando bultos en la terminal de autobuses. A Mincho también lo miraba en la hora del recreo, en el turno de la tarde de la escuela José Simeón Cañas de dicho pueblito, coscorroneando algún cipote, o jugando lleva, sin camisa. Los profesores lo despreciaban porque era muy malcriado y muy "salido", según decían ellos.
        -"No te metás con Mincho"-, secreteaban los cipotes bien peinados.
        -"Benjamín Cabrera", decía la señorita maestra de la escuela pasando lista…
        -"!! Presente señorita Paniagua!!-,  gritaba aquel chicuelo, con una voz semi burlona que se escuchaba desde la dirección hasta las letrinas, como queriendo establecer su presencia; pero en la lista tenía mas rayitas que crucitas bajo su nombre. Don Jorge, el director, fruncía la cara al verlo correr, y a menudo, lo mirábamos pasar con el metro en una mano, y la oreja de Mincho en la otra a medio patio.
        Pobre Mincho. Nunca estrenaba ropa, ni siquiera en Viernes Santo.Siempre con sus pantaloncillos, -que una vez fueron de color caqui-, en su quinto remiendo. Sus zapatos estaban destrompados, y su camisa de nylon, con solo dos de seis botones. Su cabello puerco espin, y eternamente "chapudo" de tanto relinchar.
        El mejor en las burucas, el primero en las tushquedas, el ganador del palo encebado y gran campeón de pispizigaña. Así de sencillito era el tal "Minchito", como le gritaba su mama todas las tardes al cerrar su puestecito…-" !!Ooooy Minchitooooo oooo, ya es lora oooooooo!!.
        Las niñas se cruzaban la acera al verlo venir porque era bien audaz para levantar naguas, mostrando así, los calzones de las bichas y salir corriendo. Las vecinas del mercado miraban de reojo al acercarse a sus ventas, porque Mincho, era listo para arrebatarse algún jocote o algún mango tierno. Un día, metió la mano en una caja de cartón que tenia una vendedora, y ¡saz!, que lo muerde un chacalín.
        Un día venía yo de la escuela, con mi bolsón caminando tranquilamente, revisando tarjetas sueltas de mi álbum del Mundial; cuando de repente, al dar la vuelta de la esquina, levanté la vista y choqué con Mincho, quien traía una bolsa de la niña Chana. Ella, quien cualquiera hubiera jurado que no tenía ningún parentesco con aquel pequeño demonio, dulcemente me dijo: "A la Púchica, va arriado niño Rico...ya por poco y me trinca"-. El Mincho, entre dientes con voz de ventrílocuo, como si viniera de Mickey Mouse, me dijo: "Chele Macaca, culo con caca".
       Y en su voz regular me dijo: "regaláme una figura, vos cerote, que sólo me hacen falta quince para llenar mi álbum, y yo sé que vos tenés bastantes". Como res al matadero, calladamente le di todas mis tarjetas a que él escogiera.-"puta cerote, ya todas estas ya las tengo..." no había terminado su frase y la niña Chana ya le había peinado el pelo al revez con un tremendo coshco, diciéndole a la vez: -" Bicho, no seya malcriado con Riquito. ¿Qué no ve que le está regalando las figuras?... -"Ay mamá... si yo con este así me llevo...". Para mi sorpresa, porque siempre había evadido al cipote, honestamente por miedo a que me bajara los cinco centavos que me daban para ir a la escuela. Total que de 15 que le faltaban, se quedó con la mitad de mis tarjetas, que serían unas cincuenta pero no importaba, porque en mi mente sabía que era mejor tratarlo por la buena y ganármelo como amigo.

        Desde ese día escuchar "Chele Macaca, culo con caca", con la voz fingida de Mincho, ya no era una ofensa. Pues, a pesar que no era del calibre de los cipotes callejeros, me sabía defender muy bien.
        Pasaron los veranos... y Mincho todavía en sexto grado. Yo, en octavo, con mi uniforme camisa guayabera blanca bien planchadita de plan básico, mientras que Mincho-rriado, -como le decían los majes de la esquina-, con su eterno uniforme escolar de la José Simeón Cañas, solo que ya más pulidito porque ya Minchorriado andaba entrando en malicia, y por lo menos, se echaba Ralco en el pelo. Recuerdo que en una navidad se oyeron rumores que la niña Chana, -quien realmente
era su abuelita-, cayo enferma ya de curcuchita y anciana que estaba. Los doctores del hospital general "no le hallaron" lo que tenía, y por falta de recursos económicos, en verdad no le hicieron ningún examen. A los días la niña Chana falleció.
        El pobre Mincho, quien nunca se le había visto llorar, se aferraba de aquel humilde ataúd, que le habían donado las vecinas del mercado y modestamente entre llanto y llanto decía: !!No te vayas mamita", como queriendo detener que aquellos pocos, pero fieles miembros de la comunidad, se llevaran la caja.
        Desde ese día, aquel jovencito ya no fue igual. Unos bichos contaron que lo vieron salir de la zapatería del Chente Cuzuco con un bote de Gerber lleno de pega. Curiosamente, era para arreglar sus destrompados Tobi Cosmos que le había regalado su mama Chana para el día de su santo. El padre Chicho, cura de la iglesia, se movilizo para que lo aceptaran en el hospicio. Sin aliento y sin protesta, Minchorriado accedió internarse en aquel plantel, desanimado de la vida...ya ni en las ruedas de la feria se le veía como todos los años, cuando aprovechaba a ganarse sus pesitos.
        Pasaron los meses... Llegó el circo de “Corcholatita” al pueblo, y con él, por quince días, todas las distracciones tradicionales. Allá conocí a una vieja... que le gustaba el "joydoy", cantaba el payaso "Rabanito". Mincho, quien era eterno imitador y se sabía todas las jayanadas de los payasos de memoria, ya no se miraba jayaniando por las calles del barrio.
        Al llegar por correo Express la cita para ir a la embajada norteamericana para mi residencia, supe que dejaría aquel pueblito del todo, y por tal razón, decidí ir a buscar a Minchorriado para dejarle mis Converse All-Stars y mis Levis; pero el Padre Chicho no me dio razón, concluyendo que quizás se había salido del hospicio para irse con los de la feria, y a lo peor, terminar en huele-pega. Eso me hizo sentir muy triste.
        A los días me toco ir a la embajada en San Salvador, a tramitar el papeleo de viaje. Estando en Mejicanos, en casa de mis parientes, oí la bulla de un circo y unos primos me sonsacaron para ir a verlo. Ya estando a media función, el anunciante del circo gritaba animadamente: "...Y ahoooora, directamente desde la ciudad de Mexicooooooooo....les traemos a Beeenyiiiiii". Habiendo dicho esto, salió un joven vestido de Ali Baba, zapatillas de sultán y pintado de la cara como un mimo, corriendo detrás de las lonas a encender con la velocidad de un colibrí, un aro metálico, con fuego, y cuchillos apuntando hacia el centro, para luego saltar de un pequeño trampolín y cruzar el pequeño espacio por el centro del aro como un torpedo .Trás los fuertes aplausos, tomó todos los cuchillos en su mano, y tiró besos en señal de agradecimientos al público. Aquél artista, en forma de despedida, pasó corriendo alrededor de la pista, y pasó cerca de mi, diciendo entre dientes con voz fingida de ratón:... "Chele Macaca, culo con caca".
 
        El Fin

LA DESCARNADA

        Don Tadeo se levantaba a buen cinco de la mañana, todos los días, de Lunes a Sábado, en aquel friazo mañanero, que hacía en aquel pueblo de calles empedradas, para ir a arrancar su viejo autobús, el cual partía de la terminal a las seis de la mañana, con rumbo a Sonsonate.
        El único ruido que se escuchaba a esa hora era el de los ruiseñores, y casi nadie transitaba por aquellos callejones, aparte del panadero que sonaba el timbre de su bicicleta, anunciando su paso, o el sereno que caminaba rumbo a su casa, soñoliento, después de una larga jornada de trabajo.
        -"Güenos días don Tadeyo" - saludaba el panadero
        -"Buenos días Chepito" - contestaba educadamente el dueño de "Transportes Melara", con un ademán único y peculiar, llevando los dedos índice y medio al lado derecho de su frente, e inclinando su rostro al mismo tiempo.
        Aquel viejo cincuentón, disfrutaba su trabajo, porque le daba una oportunidad de chulear a las muchachas, que mañaneaban para ir al instituto, o en tiempo de corte de café, las cortadoras que se iban a las fincas a cortar.
        -"Quisiera ser un canasto, para andar bien cerquito di usté todo el día" - exclamaba a medio suspiro, el viejo verde, al entrar la Rosita en su peldaño.
        -"¡Hay usté, tan chúscaro ques don Tadeyo! Lovaoyir la niña Chabe y ya va hacer creer" – Exclamaba la Rosita, en tono de “dígame-más”, tambaleando su figura de tecomate, al subir las gradas del autobús, presumiendo sus 17 añitos. El cobrador les decía a los jóvenes uniformados: "Apártense quiay vá la reina de esta carroza, hijos-delacha". "Fiu –fiu-fiu" -le chiflaban “la vieja” en chiflido unánime los cipotes. Como parte del folklore y tradición de juego mutuo. De repente, corría, el cobrador desde la parte trasera del bus, hasta el frente, bruscamente como apartando obstáculos, para decirle “en secreto” (audible para todos) a don Tadeo:
        -"Don Tadeyo viera que chula viene “la coyotiya” hoy usté-o, ya merito se trepa"
        -"Nomás le cobra tres riales aloye, dígale que de parte miya"
        -"Lo diayer patrón, a sus ordenes" Respondía el fiel Chico Paco con la chispa de su juventud. Y es que la coyotiya era hija menor del "coyote Linares" un comerciante muy conocido del pueblo. Por manejar una variedad de productos que variaban entre una botella de Johny Walker, hasta un radio portátil marca Sanyo.
        Al entrar la Ana Julia al bus don Tadeo ritualmente aullaba como coyote perdido: "Aaaaaaaauuuuuuuu.."  Casi en coro el cobrador y la grulla de cipotes estudiantes, quienes no se sentaban aunque hubieran asientos, agarrados de la barra del techo hacían su sonido también en forma de contestación al de don Tadeo: “Auuuuuuuuuuu”
        _"¡Vá pué!" Renegaba Ana Julia, en tono amenazador y poniendo su trompita como chunchucuyo de gallito miniatura.
        -"Si siguen con sus bayuncadas me voy en la de las seis y media aunque llegue tarde al instituto" amenazaba, mostrando sus dos coronitas de oro en sus caninos.
        Así se llenaba el autobús de cipotes perfumados, a la par de viejas con sobacos peludos y tufosos, Se oía el cacaraquear de los pollos en los canastos que subían a la parrilla y más de alguno que llevaba un su tunquito bajo el brazo chillando. ¡RRRRRuuuummmmmmm! Arrancaba el motor de la camioneta y se oían los golpes en la puerta trasera, tras un silbido ¡Fiiiiiiiiiiuuuuu! Para anunciar que todos estaban a bordo y que el campo estaba libre para partir. ¡Jonjonateeeeeee Juayuuuuuaaaaaaaaa Atacooooooooo Apanecaaaaaaaaaaaaa Nagüizalcoooo! Gritaba el cobrador, por si hubiera alguno que no supiera la ruta de aquella nave.
        -"La Nave Del Olvido" se leía en el bumper de enfrente de aquél autobús pintado de verde con franjas blancas, echando mas humo que una locomotora.
        Don Tadeo con su peinado ‘bucle’ y lentes de Elvis Presley, mantenía una mirada fija en el espejo retrovisor para asegurarse que Chico Paco si les cobrara a las muchachas bonitas, pues ya mas de una vez las había dejado pasar de “choto”.
        En una garita como a cinco kilómetros se trepaba otro señor conocido como el "chacuate" quien se encargaba de revisar los boletos de los pasajeros y los rompía con el pulgar como haciendo una guatusa, asegurándose que todos habían pagado su pasaje.
        De tal manera era el ameno y cotidiano viaje, entre chiflidos, el paisaje, más de algún mono chillando pidiendo chiche, algún cipote, asombrado de ver con la agilidad que don Tadeo agarraba aquellas curvas y sobrepasaba alguna carreta, viendo aquellos barrancos. Platicando de la cosecha de café, del atol de elote, y los bichos virgos bayunqueando. De vez en cuando convencían a don Tadeo para que pusiera algun cartucho musical en la cartuchera “ey-trac” que le había instalado el papa de la coyotiya, cuando regreso del norte en uno de sus viajes, a la par del espejo retrovisor, con mas alambres colgando que un plato de fideos.
        -"Caramba doña Leonor como se le nota… Caramba doña Leonor se le mira todo…" se oía de las bocinas cuadraditas instaladas en la parte trasera del autobús. Así eran los viajes en la "Melara". Dos viajes de ida y vuelta se recorría a diario en un tramo de sesenta kilómetros desde las 6 AM hasta las 6 PM. La mayoría del camino eran carreteras llenas de curvas con fincas de café a cada lado o plantaciones de elote, al igual que grandes precipicios con árboles que adornaban la campiña guanaca. Pasando Apaneca, salía de una vereda todos los días una mujer como de unos treinta años, piel morena de ojos negros y cabello largo que se veía muy segura de sí misma. Don Tadeo, considerándose todo un Don Juan Tenorio se preparaba, peinándose y viéndose en el espejo, cuando calculaba que la aquella mujer aparecería en la misma vereda de siempre. Aquella mujer era muy callada y reservada, y se sentaba en el último asiento de atrás para que no la molestara nadie.

       Se bajaba en Sonsonate cerca del mercado y no se le veía hasta en el último viaje por la tarde como a eso de las cuatro de la tarde, igual, sentándose hasta atrás. A Chico Paco se le caía hasta la baba de tanto mirar y mirar aquella mujer, y casi siempre se sentaba en el asiento al lado opuesto del de ella. Sus ojos eran tan bellos que Don Tadeo hasta un chucho se pasó llevando una vez, por irla viendo por el espejo, otra vez le voló un cuerno a un pobre buey de una carreta, ramas y palos en el camino ya no se diga. En otra ocasión tuvo que regresar por el Chico Paco, a quien había dejado cuando el Chico Paco se bajó con el canasto lleno de pollos de una señora.
        Todo por ir pasmado y encantado viendo aquella mujer, de quien nunca se supo su profesion, y quien siempre vestía una sonrisa entre burla y desafío que disfrazaba con la belleza de una princesa indígena. Un día, al autobús se le estalló una llanta, como a eso de las Cinco de la tarde, de regreso rumbo a casa en el último viaje, acabando de salir de Sonsonate. Y como era la última en día Sábado, la gente no tuvo más remedio que bajarse y esperar a que cambiaran la llanta. Para colmo a la llanta de repuesto le faltaba un poquito de aire. Pero Chico Paco dijo: "Yo digo que si llegamos" con un acento muy peculiar indicando seguridad.
        -"¿eeeh? ¿Vos crees?” Preguntó don Tadeo en tono de incredulidad.
        -¿Que dicen muchá ooo? ¿Los vamos ooo? – Se dirigío a los pasajeros de quienes se sentía responsible.
        -"¡Siiiiiii ooooooooo! - Contestaron casi todos los estudiantes de agricultura.
        Y “Brrrroooom” sonó la camioneta, y todos aplaudiendo y chiflando adentro, como cuando se termina un buen espectáculo.
        Pues ya habían perdido casi una hora, incluyendo el arreglo de la llanta y temían llegar muy tarde a casa, además, aumentando el riezgo de viajar en lo obscuro, pues no todos vivían en la ciudad, y algunos que salían de las veredas todavía caminaban campo adentro para sus hogares.
        Para medio amenizar y apaciguar la tensión don Tadeo “zampó” un cartucho de la Orquesta Casino. -"que se mueran los feos…Que se mueran los feos, que se mueran todititos toditos los feos que se mueran". En una de esas que Chico Paco se le acercó, le dijo en dirección al oído,
        -"Decíle a aquella que va allá atrás que se venga aquí conmigo que miaga compañía vos." - Refiriéndose a la mujer del ultimo asiento. La de los ojos negros negros. Y siguiendo a Chico Paco con la mirada por el espejo retrovisor casi nervioso….
        -"¡Tunco Don Tadeyo!" -le grito una mujer al pasar
        -!Tu agüeeeeela hija de tantas!" Le grito de regreso, cuando de repente se oyó un ruidazo como si el autobus le hubiera pegado a algo, y ¡saz! que sale un pobre cuche volando. Superada su sorpresa de haber golpeado un cerdo en su camino, busco de nuevo, por el espejo a Chico Paco, quien sentado en el último asiento opuesto al de la mujer, le estaba indicando con la cabeza de que no, la mujer había ignorado su petición.
        -"A la grannnnnn..." - dijo don Tadeo echando una gran maldición en voz alta, y continuó diciendo: "Solo eso me faltaba, primero se me poncha una llanta, luego mato un tunco, ya vamos tarde y nunca le puse los faroles a esta mierda, sin luz y ya casi oscurece y luego esta me rechaza..ni que juera la gran…". Volteando a ver por el espejo retrovisor, vió hacia el último espacio donde se sentaba aquella mujer y vió como ella se paró. Y para sorpresa de Tadeo, vio lo siguiente: Sonriendo sus lindos labios se desfiguraron y se desprendieron de su cara, mostrando los dientes en forma de calavera. Su mandíbula se desprendió de su cara. Para luego dependerse la mitad de su rostro izquierdo. Su oreja cayo hacia abajo junto con sus ojos dejando dos cuencas. Su brazo se derritió como cera en la llama… ¡En cuestion de segundos!
        Y todo esto sucedía y nadie veía más que solamente Don Tadeo, por su espejo, pues era la ultima pasajera. Lo que si todos vieron fue, como aquel viejo motorista se salía de la carretera y su pálida cara no veía el camino por mirar su espejo retrovisor, como hipnotizado. La "Melara" se fue en un precipicio, rodando dos, tres, cuatro veces, entre gritos, dejando objetos, animales, partes, en una gigantesca huella de árboles rotos, desafiando la gravedad en una trayectoria fuera de tiempo, para terminar al fondo del barranco, en una quebrada y sobre una gigantesca piedra.
        El autobús cayo de nalgas, y los pasajeros de atrás quedaron atrapados entre la ventana y una piedra. El pobre Chico Paco no volvería a chiflar jamás, quedó como chucho con los dientes pelados, aquella mujer, los sobrevivients confirmaron que quedo hecha pedazos.
        Hubieron bastantes heridos. Fué una accidente catastrófico del cual Don Tadeo sobrevivió, pero quedo loco y mudo del “porrazo” que llevó en el “coco”.
        Pasaron las decadas…
        Cuentan que en el manicomio se paseaba un señor que siempre viéndose en un espejito de mano, peinado como Elvis Presley. Mientras la carretera para Sonsonate ya tiene un nuevo dueño llamado Teyito, que es el as del volante y dueño de transportes "Melara Express".
        Dicen que pasando Apaneca espera una joven de cabello largo y de ojos negros, quien sale por una vereda a esperar la camioneta…
        Así cuentan por allí.
 
deejayrig

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