LA TIERRA DE LA PAMPA

LEOPOLDO LUGONES
1874-1938

        Nació en Córdoba y se suicidó cuando ya era una de las figuras más reconocidas y más polémicas de su país. Fue ideológicamente socialista y fundó en Córdoba el primer centro Socialista de Argentina; pero en su madurez giró hacia posiciones nacionalistas y militaristas lo que le valió el repudio -en sus últimos años- y censura de sus compatriotas.
        Su área de interés, además de la Literatura, fueron las Ciencias, Historia, la Política y las Ciencias Ocultas, llegando a ser miembro de la Sociedad Teosófica Argentina, y todo ésto, de un modo u otro, lo trasladó en sus obras entre las cuales se hallan: Las Montañas de Oro. Poema (1897), Odas Seculares (1910), Romancero (1924), Romances del Río Seco (1938), Poemas Solariegos (1928)... y otras.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL CANTO DE LA ANGUSTIA

Yo andaba solo y callado
porque tú te hallabas lejos;
y aquella noche
te estaba escribiendo,
cuando por la casa desolada
arrastró el horror su trapo siniestro.

Brotó la idea ciertamente,
de los sombríos objetos:
el piano,
el tintero,
la borra de café en la taza.
Y mi traje negro.

Sutil como las alas del perfume
vino tu recuerdo.
Tus ojos de jóven cordial y triste,
tus cabellos,
como un largo y suave pájaro
de silencio
(Los cabellos que resisten a la muerte
con la vida de la seda, en tanto misterio).
Tu boca
donde suspira
la sombra interior habitada por los sueños.
La garganta
donde veo
palpitar como un sollozo de sangre
la lenta vida en que te meces durmiendo.

Un vientecillo desolado,
más que soplar, titiritaba en soplo ligero.
Y entre tanto,
el silencio,
como una blanda y suspirante lluvia
caía lento.

Caía de la inmensidad
inmemorial y eterno.
Adivínase afuera
un cielo,
peor que oscuro;
un angustioso cielo ceniciento.

Y de pronto, desde la puerta cerrada
me dió en la nuca un soplo trémulo.
Y conocí que era la cosa mala
de las casas solas y miré en blanco trecho,
diciéndome: "Es una absurda
superstición, un ridículo miedo".
Y miré la pared impávida,
y noté que afuera había parado el viento.

¡Oh aquel desamparo exterior y enorme
del silencio!
Aquel egoísmo de puertas cerradas
que sentía en todo el pueblo.
Solamente no me atrevía
a mirar hacia atrás, aunque estaba cierto
de que no había nadie; pero nunca
¡oh nunca, habría mirado de miedo!
Del miedo horroroso
de quedarme muerto.
Poco a poco, en vegetante
pululación de escalofrío eléctrico,
erizáronse de mi cabeza
los cabellos,
uno a uno los sentía,
y aquella vida extraña era otro tormento.

Y contemplaba mis manos
sobre la mesa, qué extraordinarios miembros;
mis manos tan pálidas,
manos de muerto.
Y noté que no sentía
mi corazón desde hacía mucho tiempo.
Y sentí que te perdía para siempre,
con la horrible certidumbre de estar despierto.
Y grité tu nombre
con un grito interno,
con una voz extraña
que no era la mía y que estaba muy lejos.
Y entonces aquel grito
sentí que mi corazón muy adentro,
como un racimo de lágrimas,
se deshacía en llanto benéfico.
Y que era un dolor de tu ausencia
lo que había soñado despierto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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¡UN POETA!
¿Un Poeta? Es preciso. Dios no trabaja en vano.
Cuando sobre las cumbres del pensamiento humano
la noche se constela de lejanos fulgores,
cuando las grandes lenguas del viento dan rumores
inauditos, y cuando sobre esas cumbres flota
la inefable caricia de una armonía ignota,
la luz presiente el astro, la fe presiente el alma.
Dios trabaja en el seno de una inmutable calma.
Pero las grandes voces: el trueno, el mar, el viento,
dicen las predicciones de aquél advenimiento.
-Yo escuché esas tres grandes voces: Dios ha querido
que esas tres grandes voces sonaran en mi oído...

-Los astros centellaban de fulgores divinos,
y daban fuertes sones cómo un bosque de pinos
flameantes, cabalgado por el huracán, sones
que flotaban cual nubes sobre los escuadrones
de aquella gran columna blasfema. El mar oía,
oía la montaña, oía la selva, el antro, el día
presintiendo un lejano temblor de cataclismo
ante esas formidables alarmas del abismo.
Aquellos sones eran la palabra de una ira
tenebrosa que hablaba cómo el viento en la lira.

"¡El alma está en peligro!" clamaban. Desde el cielo
caían sordas lágrimas de sangre y luz; el duelo
de las sombras pasaba sobre la tierra inerte
cómo un árbol sobre una meditación de muerte.
La cruz austral radiaba desde la enorme esfera
con sus cuatro flamígeros clavos, cula si quisiera
en sus terribles brazos crucificar al polo.
En medio de aquél trágico horror, yo estaba sólo
entre mil pensamientos y la eternidad. Iba
cruzando con dantescos pasos la noche. Arriba,
los astros continuaban levantando sus quejas
que ninguno sentía sonar en sus orejas.
Rugían cómo bestias luminosas, heridas
en el flanco, más nadie sujetaba las bridas;
nadie alzaba los ojos para mirar aquellas
gigantes convulsiones de las locas estrellas;
nadie les preguntaba sus divinos secretos;
nadie urdía la clave de su largo alfabeto;
nadie seguía el curso sangriento de sus rastros...

Y decidí ponerme de parte de los astros.
SALMO PLUVIAL
Erase una caverna de agua sombría al cielo;
El trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
Y una remota brisa de conturvado vuelo
Se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente pólen exhaló el campo seco
Un relente de trébol, lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgaba en denso fleco,
Se vió el cardalcon vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
Sobre la tierra atónita, cruzó un pavor mortal,
Y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
Como un inmenso techo de hierro y de cristal.
 
 
ALMA VENTUROSA
Al promediar la tarde de aquél día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.

Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
con tu rubor me ilumino al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.

Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
más ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan grande,

que nuestros labios suspiraron quedos...
y mi alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.

EVARISTO CARRIEGO
1883-1912

        La preocupación social, la sencillez de los hechos cotidianos en los barrios populares y el vigor humano, lo hacen destacar de la generación de románticos a la cual perteneció. Entre sus obras se hallan Misas Herejes (1908), La Canción del Barrio (1909) y El Alma del Suburbio (1913)
                                                                                       

REVELACIÓN

Lujosamente bella y exquisita,
con aire de gitana tentadora,
llegaste, adelántandote a la hora,
rodeada de misterios a la cita.

El salón reservado oyó la cuita
de una cálida noche pecadora
y el amor de tu carne ofrendadora
reventaron las yemas de Afrodita.

Fue en esa breve noche de locuras,
propicia al Floreal de tus ternuras,
que, cual glóbulos de ansias pasionales,

tu sangre delictuosa de bohemia
infiltró en el cansancio de mi anemia
¡el ardor de los fuertes ideales

 

 

TU SECRETO

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma: un libro vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido, y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

....Ven, llévate el libro, distraída, llena
de luz y de ensueño.Romántica loca.....
Dejar tus amores ahí, sobre el piano!
..De todo te olvidas, cabeza de novia!

LA SILLA QUE AHORA NADIE OCUPA

Con la vista clavada sobre la copa,
se halla abstraído el padre desde hace rato,
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta esa vieja silla desocupada
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.

Y mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque, insistentemente, como empujado

por esa idea fija que no se vá,
el menor de los chicos ha preguntado
cuándo será el regreso de la mamá.

Tamen

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