LEÓN SIGÜENZA

        Se le ha llamado el Padre de la Fábula Salvadoreña.  Sus fábulas pueden tener carácter moral, agridulces y tono sarcástico, pero están escritas en rimas simples y completamente entendibles. Todo lo anterior ha contribuido que León Sigüenza sea tan ampliamente leído y estudiado entre los estratos académicamente aventajados, como entre los desaventajados que conforman una mayoría en El salvador.
        Las instituciones gubernamentales, los funcionarios de dichas instituciones, los ricos y privilegiados, las autoridades eclesiásticas... todos son protagonistas de sus rimas, en donde  el autor usa selectos miembros del reino animal y vegetal, como también selectos utensilios y sucesos comúnes de nuestra vida diaria para interpretar los galanes de sus fábulas.

EL CANARIO Y EL TALAPO
 
Y por qué tú no cantas? -le decía
un Canario a un Talapo
que vivía en jaula refulgente de puro oro
que valía un tesoro.
 
- Porque no puedo hacerla y soy un papo
- de esta manera contestó el Talapo-
y además porque el dueño de esta jaula
sólo quiere lucirme, aunque soy maula.
 
Suspenso se quedó mi buen Canario
del gusto extravagante y ordinario
de aquel amo que en jaula tan vistosa
tuviese cualquier cosa.
 
Yo me quedo lo mismo cuando veo
que ocupan un empleo
en las altas esferas oficiales
soberbios animales.
 
LA AGUJA Y EL DEDAL
 
-¡Ingrato! -le decía
una Aguja a un Dedal,
cuando éste la empujó con energía
para coser dos partes de un pañal.
-¿No ves que me hace daño
tal dureza que obliga mi puntada?
-¿Por qué me tratas mal? ¿Por qué ese engaño
que me hace trabajar decepcionada?
 
El Dedal se sonrió vaya que sí!)
y su contestación fue la siguiente:
- Aunque parezca duro e inconsecuente
si yo no lo hago así,
pasaría que tú al rasgar la tela,
por muy suave y muy quedo
que lo hicieras, al sastre sin escuela
le romperías sin querer el dedo.
 
El Dedal salva al dedo; y en la Vida
un Consejo ha salvado de un mal paso
a más de una Conciencia pervertida
que caminaba a ciegas al fracaso.

LOS COYOLES
 
Entre saites y duras escamas
de un Coyol arrogante y ceñudo
se veía en las ásperas ramas
un racimo de frutas en nudo.
 
¡Qué presencia la de ese racimo,
y qué buenos serán los Coyoles!
Por comer esa fruta me animo
a subir a los propios árboles.
 
Esto dijo un Marino extranjero
a un Nativo, que habló de esta suerte:
-No lo intentes, jamás, majadero,
que podría costarte la muerte.
 
Oh, Lector: ya se llega el momento,
te aconsejo mandar al infierno
(porque son los Coyoles del cuento)
tantos versos de corte moderno.
 
 
 
 
EL JARDINERO Y LOS ZOMPOPOS
 
Era un hábil Jardinero
que solícito regaba
una planta que cuidaba
con particular esmero.
Cuando una tarde, un reguero
de Zompopos se adelanta
con la intención buena
y santa de pasar sobre la llena
pileta de agua serena
que rodeaba la planta.
 
Enorme fue la congoja
del Jardinero aludido
y tembló despavorido
como en el árbol la hoja
cuando vio la línea roja
de tanto Zompopo ingrato
que dentro de poco rato,
si lograban traspasa,
el líquido valladar,
le darían un mal rato.
 
Mas qué inmensa no sería
su sorpresa y su contento
cuando oyó en ese momento
que un Zompopón le decía
a toda la compañía:
- Señores, echad pie atrás
 
pues no se podrá jamás ataca
aquí, por hoy,
y sepan que cuando doy
mi opinión, no hay quién dé más.
 
¡Oh!, y qué excelente fuera
que a los Críticos famosos
que hacen gala de celosos
algún Zompopón dijera:
- Señores, vuestra tijera
jamás cortará esta tela
porque es buena, y si recela
quien tal expresar me oyó,
sepa que lo digo yo
que tengo bastante escuela.
 
Pero el Sabio no se atreve
a aplaudir obras ajenas
porque tiene gran trabajo
en aplaudirse las propias
por lo que tienen de buenas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA PERA Y EL MANGO
 
Nunca hay que usar palabras
de un idioma extranjero
porque el lenguaje propio
tiene un hermoso y abundante léxico.
 
Entre todas las frutas
a la Anona prefiero,
(le decía la Pera
al malicioso Mango lugareño).
 
-¿Por qué, mi buena amiga,
la distingue tu aprecio?
¿Será porque es muy blanco
el interior carnoso de pecho?
 
- Será... Es porque tiene
semillas de gran precio
entre sus suaves carnes
(interrumpió la Pera al compañero).
 
-¡Qué gusto!, dijo el Mango,
(y a solas): -Voy cayendo
por qué mi compañera
aprecia tan inmodo defecto.
 
y es porque ella no tiene
pepitas en el cuerpo
y juzga, que entre frutas,
es la semilla lo de más provecho.
 
¿Pero de qué me extraño
cuando hay escritorzuelos
que aplauden ciertas obras
tan llenas de vocablos extranjeros?
 
 
 
 
 

LA MANZANILLA Y EL ENFERMO
 
Un médico en el lecho de un enfermo
-que es como para el náufrago la orilla­
recetó (yo no sé si para el muermo)
que tomara poción de Manzanilla.
 
El Enfermo al dictamen no se inclina
contestándole así de mala gana:
- Si es menester que ingiera medicina
¿qué más da Manzanilla que Manzana?
 
El Médico le dijo sin cautela:
-¿No quiere usted contarse entre los vivos?
Mi querido Lector: Es mala escuela
la de aquellos estúpidos que dicen:
 
-¿Qué más da que yo lea una novela
que los libros de ciencias instructivos?

 

LOS DOS AMIGOS
 
Juan y Gonzalo, que vivían juntos
fueron llamados por su tío ausente
para que a la ciudad, urgentemente,
fuesen a compulsar ciertos asuntos.
 
Gonzalo ensilla su fogoso bayo
y parte como un rayo.
 
Juan, para dirigirse a su destino,
un par de bueyes unce a su carreta,
se sienta al tronco del timón y reta
al cansancio, al calor y mal camino.
 
La bestia de Gonzalo se detuvo
cuando cansada estuvo.
 
Pero él no da importancia al incidente,
se baja del corcel y no se altera,
pues sigue su camino a la carrera
devorando distancias velozmente.
 
Mas también caal suelo desmayado,
sudoroso y cansado.
 
Y llegó Juan al sitio del fracaso.
A Gonzalo recoge diligente,
lo sube a la carreta suavemente
y siguió su camino, paso a paso.
 
Es mejor la carreta de mi historia
que un caballo fogoso que se cansa.
 
Que la perseverancia siempre alcanza
tarda, pero segura, la victoria.
 
LA CASA Y EL LAGO
 
Dispuso un rico edificar su Casa
a las orillas del ruidoso mar,
pero al mirar el oleaje dijo:
la puede derribar.
 
En las verdosas márgenes de un río
la proyecta instalar,
pero dijo mirando la corriente:
la podría arrastrar.
 
Llegó hasta la ribera azul de un Lago
de un calmoso lugar
y al ver las quietas aguas estancadas
ordenó edificar.
 
El caudal de las aguas de ese Lago
la lluvia torrencial hizo aumentar
y los cimientos de la bella Casa
lograron socavar.
 
La prudencia aconseja desde entonces
para no fracasar:
en la vida también del agua mansa
se debe desconfiar.

Tamen

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