De cigüeña la tímida bandada recogiendo las alas blandamente, paró sobre
la torre abandonada a la luz del crepúsculo muriente;
hora en que el Mago
de feliz paleta vierte bajo la cúpula radiante pálidos tintes de fugaz violeta que
riza con su soplo el aura errante.
Esas aves me inquietan: en el alma reconstruyen
mis rotas alegrías, evocan en mi espíritu la calma, la augusta calma de mejores
días.
Afrenta la negrura de sus ojos el abenuz de tonos encendidos, y
van los picos de matices rojos a sus gargantas de alabastro unidos.
Vago
signo de mística tristeza es el perfil de su sedoso flanco que evoca, cuando
el sol se desespereza, las lentas agonías de lo Blanco.
Con la veste de
mágica blancura, con el traje de lánguido diseño, semeja en el espacio su figura el
pálido estandarte del Ensueño.
Y si, huyendo la garra que la acecha, el ala
encoge, la cabeza extiende, parece un arco de rojiza flecha que oculata mano
en el espacio tiende.
A los fulgores de sidérea lumbre, en el vaivén de su
cansado vuelo, fingen, bajo la cóncava techumbre, bacabtes del azul ebrias de
cielo...
Esas aves me inquietan: en el alma reconstruyen mis rotas alegrías; evocan
en mi espíritu la calma, la augusta calma de mejores días.
Y restauro del
mundo los abriles que ya no volverán, horas risueñas en que ligó sus ansias juveniles al
lento crotorar de las cigüeñas.
Ora dejando las heladas brumas, a Grecia
piden su dorado asilo; ora baten el ampo de sus plumas en las fangosas márgenes
del Nilo.
Ya en el Lacio los cármenes de Oriente olvidan con sus lagos y
palmares para velar en éxtasis ardiente al Dios de la piedad en sus altares.
Y
junto al numen que el romano adora abre las alas de inviolada nieve; en muda
admiración, hora tras hora, ni canta, ni respira, ni se mueve.
Y en reposo
silente sobre el ara, con su pico de púrpura encendida tenue lámpara finge de
Carrara, sobre vivos corales sostenida.
¡Ostro en el pico y en tu pie desnudo ostro
también! ¿Corriste desalada a allá do al filo de puñal agudo huye la sangre en
trémula cascada?...
Llevas las vestiduras sin mancilla -prez en el Circo-
de doncella santa, cuando cortó la bárbara cuchilla la red azul de su gentil
garganta. Todo tiene sus aves: la floresta, de mirlos guarda deliciosos
dúos; el torreón de carcomida testa oye la carcajada de los búhos: |
            
             
               
                 
        
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La Gloria
tiene el águila bravía: albo coro de cisnes los Amores; tienen los montes que
la nieve enfría la estirpe colosal de los condores;
y de lo viejo en el
borroso escudo -reliquia de volcado poderío- su cuello erige en el espacio mudo ella,
¡la novia lánguida del Frío!
La cigüeña es el alma del Pasado, es la Piedad,
es el Amor ya ido; más su velo también está manchado y el numen del candor, envejecido...
¡Perlas,
cubrid el ceñidor oscuro que ennegrece la pompa de sus galas! ¡Detén, Olvido,
el oleaje impuro que ha manchado la albura de sus alas!
Turban sus vuelos
la voluble calma del arenal -un cielo incandescente-, y en el dorado límite,
la palma que tuesta el rojo luminar: ¡Oriente!
Tú que adorabas la cigüeña blanca, ¿supiste
su virtud? Entristecida cuando una mano pérfida le arranca su vagorosa libertad,
no anida.
Sacra vestal de cultos inmortales con la nostalgia de su altar
caído, se acoge a las vetustas catedrales y entre susgrietas enmaraña el nido;
abandona
las húmedas florestas para bsucar las brisas del verano, y remonta veloz llevando
a cuestas el dulce preso de su padre anciano.
Es la amiga discreta de Cupido, que
del astro nocturno a los fulgores, oye del rapazuelo entretenido historias
de sus íntimos amores:
con la morena de ceñida boca, altos senos, febril
y apasionada, que exangües manos y mirar de loca que enerva como flor emponzoñada;
o
con la niña de pupilas hondas -luz hecha carne, ¡floración del cielo!...-, que
al viento esparce las guedejas blondas y es la carnal animación del hielo;
con
la rubia de cutis perla y grana, semítica bariz y azul ojera, que parece, al
travéz de su ventana, casta virgen de gótica vidriera...
Si pudiesen asidos
de tu manto, ir, en las torres a labrar el nido; si curase la llaga de su canto el
pensamiento de futuro olvido;
¡ah! si supiesen que el soñado verso, el verso
de oro que les dé la palma y enquiste, vibrando, el universo, ¡oculto muere sin
salir del alma!
Cantar, soñar...,conmovedor delirio, deleite para el vulgo;
amargas penas a que nadie responde, atroz martirio de Petronio, cortándose las
venas...
¡Oh poetas! Enfermos escultores que hacen la forma con esmero pulcro, ¡y
consumen los prístinos albores cincelando su lóbrego sepulcro!
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