Cabrini Green y Robert Taylor eran
proyectos multifamiliares donde las familias pagaban renta baja, y la ciudad,
el estado, y el gobierno federal daban ayuda económica mensual sin falta, y
entre más hijos, más plata..., ¡puta que verga!..., ¡pagan para que no se
trabaje!... Por eso entre el negro y el puertorriqueño (la segunda mayoría
hispana en Chicago hasta los 90s) había un alto índice de natalidad, y una
elevada taza de desempleo, pero no porque no había trabajo, sino porque no se
quería trabajar, ¿para qué verguearse por cinco pesos la hora si el gobierno
daba más?
Por eso llamaba la atención ver que en la última semana de mes, en las
casas de cambio, desde las siete de la mañana había largas filas de hasta una
cuadra de largo, era gente que llegaba a reclamar los cheques y estampas de
comida del gobierno, pues la ciudad les pagaba el gas y la luz. Los fines de
mes, miles de gente, mayormente negros e hispanos puertorriqueños, alineaban
los "Check Cash & Currency
Exchange"..., Consecuencia de esto, en Chicago de los 80/90s, había
más casas de cambio que escuelas...
Pero generalmente el negro, o el
hispano, viviendo del welfare tenían cadillacs del año, y en sus destartalados
apartamentos había lo último en tecnología, pero también había alto índice de
delincuencia, drogadicción y deserción escolar.
Pues bien, estos eran los "pobres"
que mijo conocía...
Platicar con él sobre este tema a mediado de los 90s me provocó Deja
Vu en 1999, cuando después de 18 años viviendo en Chicago, opté por
regresar y vivir en El Salvador, e intentar por segunda, y última vez, terminar
el doctorado en Medicina.
Como estudiante de Medicina de una universidad privada yo tuve que
llegar a ser miembro, a huevos, de la recién introducida ley de Sistema de
Prevención gubernamental contra el dengue, con la cual mi universidad
colaboraba. Así, en los meses más calientes del año 2000, anduve con una
enfermera, un inspector de salud, y una trabajadora social, buscando y echando abate
en pilas y aguas estancadas de los prehistóricos mesones de la ciudad de
Sonsonate.
Yo nunca me imagine los mesones aún existiesen, pues en el que yo nací,
aún después de más de cuatro décadas, lo recordaba bien, pero ya no concebía
que humanos pudiesen seguir viviendo en esas condiciones tan deplorables..., después
de casi 20 años ausente del país, tenía que haber cambiado las cosas tocante
a eso, pero no era así...
Y me topé de nuevo con la triste realidad... y el Deja Vu.
En un mesón de Sonsonate recordé que yo nací en un building de
12 cuartuchos similar a este en el viejo San Salvador, y al encontrarme de
nuevo entre ellos sentí el famoso Deja Vu; o sea, el mismo olor,
el mismo patio de polvo, el mismo pasillo de tierra, las mismas tejas, las
mismas macetas, las mismas plantas, las mismas paredes de lámina, el mismo bahareque, los mismos inocentes niños, las mismas caras sucias sonrientes y las
mismas panzas prominentes...
Se me vino de repente una retahíla
de recuerdos, me di cuenta que para entonces, en mi infancia, no tenía ni pizca
de idea como vivía el rico, pero bien sabía como vive el pobre... una maceta
cuadrada llena de agua estancada me regresa al presente, miro al fondo, unos 20
metros, al otro lado del patio, un rótulo pequeño de madera leía "Letrina".
Después de vaciar la maceta me voy a la letrina, eran dos, y a la vez
eran baños.
Los mismos tenebrosos cubículos, la misma pila negrusca, la misma
regadera, la misma taza sucia y amarillenta delimitada en el interior por el
agua...
¡Y los mismos papeles de diario!
El Deja Vu me hizo recordar que yo, sin tanta paja, me he
limpiado el culo con el Diario de Hoy de quiquito, y la Prensa Gráfica del gran
duque Dutriz.
Cuando entonces era hora de ir a cagar en mi mesón, tenía que llevar
tres papeles de diario recortados por la mitad: el papel pa lim,
el papel pa pon, y el
papel pa ler.
El papel pa lim era obvio su uso, era para limpiarse el
culo.
El papel pa pon era el que hacía de sentadero para no
mojarse las nalgas con miados, también amortiguaba el frío de la vieja taza sin
sentadero.
Finalmente el papel pa ler, era el que cuidadosamente se
escogía, más se usaba, y servía, además de la noticia del gol de cabeza de
“Volskwagen” Hernández, la gran jugada de Avellaneda, o el gran atrapón de
Resorte Alvarado; también espantaba el vergo de moscas y mosquitos que buscaban
postre en el culo..., y también era el papel extra en caso no ajustara.
Definitivamente el papel pa ler era el mas valioso tocante a
este negocio.
El papel higiénico sencillamente no era afrontable y era usado sólo por
las mujeres, las raras veces que se dio el caso de usarlo entre mi marita de
párvulos, en vez de limpiar llenaba los dedos, definitivamente ese volado no
nos gustaba a los machitos, y el más grande de la marita, para alivianar el
ahuevado tema, nos decía que el papel higiénico era para mujeres..., y para culeros.
También recordé que más de una vez
vi madres salir hechas cuete al grito "mamáaaaaa" debido algún anélido
prendido en el tutuy de algún mono como yo, y nadie defecaba o se bañaba sólo
en el baño-cagadero pues allí vivían candiles, arañas, cucas, cachimbo de
zancudos, y otra flora y fauna.
Pero cuando regresé a mi patria por
segunda vez en 1999, ya no me podían dar paja, pues había visto y rasguñado
como viven los ricos.
Pensé ahora como entonces que había algo así como parámetros para decir "este
maje tiene pisto", o sea, como aquí en Estados Unidos, especialmente en
Texas, donde he advertido que el tener carro del año se intenta transmitir el
mensaje "miren majes, estoy viviendo vergón", aunque la casa de miedo
solo verla, o sólo trabaje para el carro. O como los hispanos "texanos" que
piensan que no hablando español los hace "americanos" y "blancos" como los
gringos, por lo que esconden el hecho que hablan el idioma y que sus tatas son
hispanos.
Mi impúber mente pensaba entonces
que quién tenía carro, teléfono y televisión era un macizo, pero en medio de
esos mesones en Sonsonate me di cuenta irrefutablemente como han cambiado las
cosas en cuatro décadas, aunque no sé de los carros, el promedio 10-20 familias
que vivían en estos mesones cocoteros, como los negros de Cabrini Green, o los
potorros de Humboltd Park, casi todos tenían celulares, televisión, cable,
estéreos..., etc.
Los parámetros materiales, pienso ahora, han dejado de diferenciar al
rico del pobre.
Pero estoy seguro ahora que el parámetro que nunca cambia es la
educación.
La educación es la que hace libre, no la verdad, la verdad se estira y
se encoge, la verdad en esos mesones está cabrón vivirla, ¿quién no preferiría la
verdad de la Escalón y Santa Elena?.
Yo hoy puedo atestiguar a mi mismo que la verdad con educación es más
vergona que la verdad sin ella, aunque se esté bañado en pisto, sin educación es
algo así
como ser pobre de mesón con pisto... la educación no se estira y se encoge como la verdad...
Educación sólo es una, verdades hay muchas...
Y la verdad de la educación en El Salvador la vi con mis propios ojos de
1999 a 2001, nadie me puede dar paja.
La verdad es que la educación y
economía ha mejorado geométricamente para el rico post guerra, pero ha
empeorado exponencialmente al pobre de mi tierra... y la distancia que hoy
separa el pobre del rico, a pesar de la tecnología, o debido a ella, se ha
agrandado años luz...
Ahora la distancia pobre-rico en mi tierra salvadoreña ya no es de la
Tierra a Mercurio como en mi infancia, sino de Plutón a Mercurio.
La falta de oportunidad para
educarse, y la falta de oportunidad del educado para desenvolverse es lo que
tiene, hoy como entonces, crónicamente pobretaria a mi gente.
No puede haber progreso sin
educación.
Como no puede darse una efectiva educación con gente enferma y
desnutrida...
Como cada problema tampoco se
resuelve de la noche a la mañana...
Pero en mi siempre venerado Señorío de Cuzcatlán,
desde hace 186 años, ni aún se comienza.