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SUICIDIO
Llegó en fin a este presido inserta en El Semanario (periódico literario) la
contienda del suicidio. Para matar el fastidio, por no decir otra cosa, saco
mi Musa quejosa de vivir arrinconada, cómo quién saca su espada para ver si
está roñosa.
A todos hablar prometo sin ofender a ninguno, que a todos,
uno por uno, los estimo y los respeto.
A decidir no me meto quién es
quién tiene razón; sólo diré mi opinión con modestia o sin modestia que suele
causar molestia afectar moderación.
Muchos siglos van corridos desde
que hay suicidados amantes menospreciados y jugadores perdidos.
Tantos
sabios distinguidos han tratado del esplín y del suicidio, que al fin disputar
está demás. sobre si es nefas o fas (que yo también sé Latín)
Tengo por mal
argumento para quitar la vida el citar algún suicida de valor o de talento. Por
uno se encuentra ciento de la más ilustre fama que terminaron su drama enfermos,
asesinados, borrachos, apaleados en la horca y en la cama.
Lector, si
fuera a exponerte tantos ejemplos diversos llegaría haciendo versos a la
hora de mi muerte.
Citaré algunos y advierte que no quiero fastidiarte; va
leyendo hasta cansarte, y así que estés muy cansado descansa, lector amado, no
vayas a suicidarte.
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ROMANCE
Es un joven desgraciado cómo una rosa marchita, frescura y color le quita el
sol que la ha marchitado.
Apenas la sombra queda de la forma que perdió: Ya
el olor se disipó, no hay quién volverselo pueda.
Huye de todo consuelo, que
el infeliz no le tiene: Ni esperanza le mantiene, éste grato don del cielo.
En
su profundo estupor y desesperada calma, ya no lisonjea su alma ni la gloria
ni el honor.
Cómo un volcán abrazado su adolescencia pasará, ¡cuán violento
palpitará su corazón arrojado!
Hoy para él todo está muerto que el corazón
arrogante cayó frío en un instante y de tristeza cubierto.
Otro hombre
jamás ha habido que algún bien no haya gozado; más él siempre desgraciado y
nunca dichoso ha sido.
La esperanza ni una vez vino a alimentarle un rato; no
tendrá un recuerdo grato con qué aliviar su vejez.
Mírale, tierna doncella, mira
aquella alma postrada; que enciende una tu mirada la vida que aún resta en ella.
Para
la piedad naciste, tu misión es la ternura; no seas con él tan dura; velo:
casi ya no existe.
Más ¿rehúsas doncella hermosa, dar fin a tan cruel tormento? ¿No
te mueve ni un momento su desdicha lastimosa?
Ya su mal está calmado ¡Oh
muerte! ¡Oh nada desierta! abre, eternidad, tu puerta para que entre un desgraciado.
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